Por Milton Andrés García Anaya

Fotografía cortesía de Alexis Luciano Herrera Ayala
Cada 8 de agosto, el municipio de Izúcar de Matamoros se transforma en un escenario de fe, tradición y orgullo comunitario para celebrar una de sus fiestas religiosas más importantes: la fiesta patronal en honor a Santo Domingo de Guzmán. Este evento reúne a cientos de familias, barrios y comunidades en torno a su templo histórico, acompañados de música, rezos, imágenes religiosas, antojitos y una memoria viva que se reafirma año con año.
Una iglesia, un símbolo de identidad barrial
El templo de Santo Domingo de Guzmán, ubicado en el corazón de Izúcar, tiene una fuerte carga simbólica: fue la iglesia de indígenas durante la época virreinal, mientras que el templo de Santa María de la Asunción —popularmente conocida como “La Parroquia”— estaba destinada a los españoles. Esta división dio pie a una profunda relación entre los 14 barrios originarios y Santo Domingo, quienes hasta el día de hoy mantienen viva la tradición de celebrar al que consideran su santo patrono.
Esa herencia ha trascendido siglos, y es por ello que Santo Domingo no solo es visto como patrono de un templo, sino como el santo patrono de todo Izúcar.




Fotografías cortesía de Alex Amaxal
La organización: entre mayordomías y rotación barrial
Cada año, un barrio diferente es el encargado de organizar y patrocinar la fiesta. La figura del mayordomo, que representa al barrio organizador, es central para la logística y el sentido comunitario del evento. En este 2025, el honor correspondió al barrio de San Bernardino Mexicapan.
El mayordomo no solo se encarga de los preparativos religiosos, sino también de la coordinación de elementos culturales, musicales y de hospitalidad para los visitantes que llegan a la fiesta.
Procesiones, rezos y una noche de fervor
Aunque la celebración principal es el 8 de agosto, los festejos inician desde el día anterior, el 7 de agosto, cuando más de 35 imágenes religiosas provenientes de barrios, colonias, juntas auxiliares e iglesias de toda la ciudad arriban al templo de Santo Domingo. Lo hacen entre rezos, cantos, bandas de viento o mariachis, creando una auténtica peregrinación colectiva. Las imágenes permanecen toda la noche en el templo para ser parte, al día siguiente, de la misa, el rosario y la gran procesión.
Durante la víspera, a partir de las 9:00 p.m., inician las mañanitas entonadas por los barrios. Cada hora, una agrupación diferente dedica cantos al santo en una vigilia que se extiende hasta la madrugada.



Fotografías cortesía de Alexis Luciano Herrera Ayala
La fiesta grande
El día 8 de agosto, el repique de campanas y los cohetes anuncian el inicio de la fiesta. Alrededor del mediodía se celebra la misa principal, seguida del rosario, y posteriormente la gran procesión por las calles del centro. En ella participan todas las imágenes que llegaron el día anterior.
Estas figuras son decoradas con frutas de temporada, dulces tradicionales y panes de barrio como el pan quintalero y el pan de conejo. El orden del desfile varía cada año, pero generalmente los santos de los 14 barrios caminan justo antes que la imagen de Santo Domingo, quien cierra la procesión como anfitrión y figura principal.

Fotografía cortesía de Alex Amaxal
Una tradición que resiste
Durante décadas, la festividad fue acompañada por la tradicional danza de los Voladores de Papantla, quienes, sin recibir pago alguno, participaban como muestra de devoción al santo y eran hospedados en la casa parroquial. Desde 2018, y tras los daños provocados por el sismo de septiembre de 2017, esta presentación ha dejado de realizarse, aunque aún permanece en la memoria colectiva como parte importante de la celebración.

Fotografía de Irvin Tenorio
Identidad y comunidad
La fiesta patronal de Santo Domingo de Guzmán no solo es un evento religioso, es un símbolo de identidad. En ella convergen la historia colonial, la fe comunitaria, las tradiciones artesanales, la música popular y los lazos sociales que unen a los izucarenses. A pesar de los años, las distancias o las adversidades, esta celebración sigue viva gracias al compromiso de los barrios y al cariño de una comunidad que nunca olvida de dónde viene.
“Todos somos uno, no importan las diferencias que tengamos, siempre hay algo que nos unirá —y la fiesta de Santo Domingo es un claro ejemplo. Es la fiesta que nos da identidad, que nos hace sentirnos orgullosos de nuestras raíces.” — Milton A. García Anaya

Fotografía cortesía de Alex Amaxal