Escrito por Milton Andrés García Anaya
El 7 de diciembre de 1998, el Periódico Oficial del Estado de Puebla publicó el siguiente decreto:
“Decreto del Ejecutivo del Estado, que declara a las artesanías que se elaboran en el municipio de Izúcar de Matamoros, Puebla: barro policromado conocido como ‘árboles de la vida’, sahumerios de barro policromado, adornos de cucharilla, flores y palma, y la cera escamada, como ‘Patrimonio Cultural del Estado de Puebla’.”
Esta distinción llena de orgullo al municipio y resalta el valor de las artesanías izucarenses. Sin embargo, aunque todas son importantes y valiosas, algunas han pasado desapercibidas, ya sea porque son parte de la vida cotidiana, porque su definición en el decreto fue ambigua o porque su tiempo de vida es efímero.
Un ejemplo de ello son los adornos de flores y palma, una artesanía ampliamente conocida en Izúcar, pero poco valorada como tal.

Portada del Periódico Oficial del Estado de Puebla donde se declara a las artesanías izucarenses como Patrimonio Cultural del Estado de Puebla
La flor de Cacaloxúchil: Un elemento presente en la vida cotidiana
Las flores de cacaloxúchil son muy comunes en climas cálidos. Se distinguen por sus colores vibrantes y su aroma inconfundible, similar al de los perfumes más finos. Aunque su floración es más abundante en primavera, en Izúcar se pueden encontrar durante todo el año en mayor o menor medida. Son frecuentes en los barrios y colonias de la cabecera municipal, así como en los atrios de los templos católicos.
Desde hace décadas —o incluso siglos— los habitantes de los barrios han utilizado estas flores para la elaboración de adornos ligados a la Cofradía del Santísimo Sacramento, una organización exclusiva de los barrios que tiene más de 350 años de antigüedad.
Los arreglos más tradicionales son los ramilletes y coronas, que adornan el símbolo principal de la cofradía: el platito.

Juan Carlos Martínez: Un artesano que mantiene viva la tradición
Para conocer más sobre esta artesanía y su historia, visité el Barrio de La Asunción Mizquiapan, donde entrevisté a Juan Carlos Martínez Rodríguez, un artesano de 48 años, quien recuerda haber aprendido el oficio de su padre cuando tenía 7 años.
Su familia recibió la Cofradía en ese tiempo, y su padre era el encargado de elaborar los ramilletes y coronas para la colecta de cada lunes y jueves. Fue él quien le enseñó, al igual que a sus hermanos.
Hoy en día, Juan Carlos se dedica a ser «florero», nombre que reciben las personas que elaboran estos adornos y salen con la cofradía a recolectar donativos. Además, ha enseñado este oficio a quienes han mostrado interés en aprenderlo, incluidos sus hijos. En algunas ocasiones, ha impartido talleres en colaboración con las autoridades municipales para preservar este arte entre las nuevas generaciones.
Según sus palabras, la elaboración de ramilletes y coronas está directamente ligada a la cofradía. Durante la colecta, los floristas recorren los barrios pidiendo donativos para la misa del Santísimo Sacramento. A cambio, entregan un ramillete y una corona elaborados con flores bendecidas por el sacerdote en la mañana. Es importante destacar que estos adornos no se venden, sino que son una muestra de agradecimiento por la cooperación de la comunidad.

Materiales y proceso de elaboración
Casi todos los materiales utilizados son de origen natural. Para los ramilletes, se emplea:
✅ Palo o carrizo como base.
✅ Estambre para sujetar las flores.
✅ Hojas de naranja o lima como complemento.
Para las coronas, se usa palma proveniente de la comunidad de Tepetzitzintla. Esta palma es el sobrante de los petates que se elaboran en la zona, pero antes de ser utilizada, debe ser cortada a la medida e incluso deshebrada para obtener fibras más delgadas.
Además de los ramilletes y coronas, existen otros adornos específicos para ciertos contextos:
🌿 Piloles: Tiras de palma cubiertas con flor, utilizadas para adornar las ceras.
🌿 Cruces de flor: Se colocan junto a los piloles en las ceras.
🌿 Rosarios: Collares de flor de cacaloxúchil, usados en imágenes religiosas o por personas importantes dentro de la Cofradía. Durante el rito del Cambio de Cofradía, los integrantes salientes llevan estos rosarios, que luego colocan sobre los entrantes, simbolizando una relación de compadrazgo.

Un arte con su grado de complejidad
El proceso de elaboración de estos adornos es más complejo de lo que parece. La primera tarea es cortar la flor, pero no cualquier flor: debe ser la de color más intenso, pues esto indica que es fresca. Además, debe recolectarse con cuidado para no dañar los botones que florecerán después.
En algunos casos, los árboles están al alcance, pero en otros, es necesario subirse a las ramas o usar un carrizo con gancho para cortarlas.
Una vez recolectadas, comienza la elaboración de los adornos. Juan Carlos puede hacer un ramillete grande en aproximadamente 3 minutos, mientras que los ramilletes pequeños y las coronas le toman menos de un minuto cada uno.
En una jornada de trabajo, puede llegar a utilizar hasta 3,800 flores. Para mantenerlas frescas, las guarda en un chiquihuite, cubriéndolas con hojas de higuerillo o plátano para evitar que el aire las dañe. Entre 10 y 11 de la noche, las riega con un poco de agua, asegurándose de que al día siguiente estén en perfectas condiciones.

Un trabajo artesanal que merece ser valorado
Cuando le pregunté si sentía que la gente valora su trabajo, Juan Carlos respondió que sí. Durante la colecta, las personas suelen cooperar y, en algunas ocasiones, visitantes de otras partes del país también aportan donativos al Santísimo al percibir el aroma de la flor.
No obstante, desconocía que su labor estaba reconocida como Patrimonio Cultural del Estado de Puebla. Al mencionárselo, se sintió feliz de saber que su trabajo es parte importante de la identidad de su comunidad y que su oficio es considerado una artesanía.
Para él, es fundamental que los habitantes de Izúcar conozcan y valoren este tipo de tradiciones, pues forman parte del patrimonio y la identidad de los barrios. Más allá de considerarse artesano, se considera barrieco, y saber realizar estos adornos es parte de su orgullo y legado.
Un arte efímero, pero con un significado profundo
Esta artesanía, aunque efímera —pues su tiempo de vida no supera los tres días—, tiene un valor simbólico incalculable. Su uso está ligado a un tiempo ritual, a un evento cargado de significado para los izucarenses.
Por ello, es importante valorar y visibilizar estos trabajos artesanales, ya que forman parte del patrimonio cultural del estado y son motivo de orgullo para la comunidad, especialmente para los habitantes de los barrios.
🌿💛 Izúcar de Matamoros, cuna de tradiciones que perduran.

Fotografía cortesía del Cronista Municipal Raúl Martínez Vazquez