Escrito por Milton Andrés García Anaya
El pasado 7 de febrero, en la Catedral de Puebla, el Neo Presbítero Manuel Gregorio Anaya Balbuena fue ordenado sacerdote por imposición de manos del Arzobispo de Puebla, Don Víctor Sánchez Espinoza. Aunque en la misma ceremonia recibieron la ordenación otros 10 compañeros, el caso del Padre Manuel es especial, ya que es el primer fruto del Seminario Menor de la zona sur, ubicado en la Parroquia de Santo Domingo de Guzmán en Izúcar de Matamoros. Además, según datos históricos del Cronista Municipal, el Arqueólogo Raúl Martínez Vázquez, es el primer sacerdote originario del Barrio de San Juan Piaxtla.

Fotografía Cortesía de Herik Cortés
Un llamado desde la infancia
Con 27 años, hijo de Manuel Jesús Anaya Medel y Martha Balbuena Reyes, el Padre Manuel nació el 30 de agosto de 1997. Desde pequeño, sintió el llamado de Dios y encontró en su vocación sacerdotal el camino hacia la santificación. Aunque no puede definir un momento exacto en el que decidió convertirse en sacerdote, recuerda con nostalgia y alegría sus tardes lluviosas de mayo rezando el rosario en el templo de su barrio, así como su participación en el grupo de acólitos.
A los 13 años tomó la decisión de ingresar al seminario, un camino que nunca dudó en seguir, aunque enfrentó momentos de crisis personales y vocacionales. “El reto más grande fue encontrar la coherencia de vida: que lo que predicamos, lo vivamos con el ejemplo”, reflexiona el Pbro. Manuel.

Fotografía Cortesía de su familia

Fotografía Cortesía del Cronista Raúl Martínez Vázquez
Un seminario que lo marcó
Su formación en el seminario estuvo llena de aprendizajes y experiencias enriquecedoras. Durante su ordenación diaconal y sacerdotal, así como en su cantamisa, comunidades de distintos lugares donde realizó servicio acudieron para acompañarlo, mostrando el cariño y respeto que le tienen. Destacan comunidades como Las Minas, Chautzingo, Atlixco, Tecamachalco, Hueyapan, Cuautlancingo, entre otras.
Parte de su vocación también se centró en la inclusión, por lo que aprendió Lengua de Señas Mexicana para poder comunicarse con la comunidad sorda. En su cantamisa, personas de este grupo participaron activamente, reflejando el compromiso del sacerdote con su labor pastoral. Esta preparación le permite acercarse a una comunidad que enfrenta numerosos retos y barreras en la sociedad, brindándoles la oportunidad de sentirse plenamente integrados en la vida parroquial.
Además, su formación académica le permitió titularse como Licenciado en Filosofía y Teología, lo que le brinda una base sólida para su labor pastoral y su compromiso con la enseñanza y la reflexión dentro de la Iglesia.

Fotografía tomada de las redes sociales del Pbro. Manuel Gregorio Anaya Balbuena
Un agradecimiento especial
El Padre Manuel reconoce que su camino no hubiera sido posible sin el apoyo de su comunidad, su barrio y su familia, que siempre lo ha acompañado con oraciones y muestras de cariño. Desde su infancia, vio en su familia un ejemplo de fe y dedicación, lo que fue fundamental en su crecimiento espiritual. Aunque reconoce que no existe una familia perfecta, está convencido de que Dios puso su mirada en ellos para formar parte de su plan divino.
Entre las personas que más lo marcaron, destaca al Párroco José Santiago Álvarez Cabrera, a quien considera una pieza fundamental en su formación y un guía a lo largo de todo su proceso vocacional. Su familia no solo lo apoyó con oraciones, sino también con el testimonio de una vida basada en valores y amor al prójimo, elementos que fortalecieron su vocación y lo impulsaron a seguir adelante en momentos de dificultad.

La responsabilidad de ser el primer sacerdote de su barrio
Ser el primer sacerdote originario de San Juan Piaxtla y del Seminario Menor de Izúcar de Matamoros le genera una gran responsabilidad, pero también alegría. “El mérito es de Dios. Sin Él no sería nada. Es Cristo y la Iglesia quienes ganan, porque todo es para servir a Cristo a través de la comunidad”, afirma con humildad.
Aunque reconoce que la vida sacerdotal puede ser desafiante, confía en que Dios lo guiará en su misión. “Esta ordenación es más allá de la vida, es una eternidad. Si un sacerdote se condena, lo es hasta en el infierno; si cumple su misión, también será sacerdote en la eternidad junto a Dios en el cielo”, señala con profunda convicción.
Un futuro lleno de aprendizaje y fe
Actualmente, el Padre Manuel es un joven alegre y comprometido con su vocación. Se visualiza en el futuro como un sacerdote que sigue aprendiendo y creciendo en su ministerio. Con un mensaje de gratitud, agradece a todas las personas que lo han apoyado en su camino y pide que sigan orando por él y por todos los sacerdotes.
“Gracias por su generosidad y sus oraciones. Sigan rezando por mí y por todos los sacerdotes”, concluye el Pbro. Manuel, dejando claro que su vida está al servicio de Dios y de la comunidad.
